Nuestro consumo está matando a la Tierra

>> sábado, 11 de abril de 2009

“Tener o no tener, esa es la cuestión.” (William Shakespeare adaptado)

Para muchos humanos, el comprar se ha vuelto su actividad más adictiva y compulsiva. Ya no trabajamos para sobrevivir, sino para comprar. Nos medimos con la vara de lo que tenemos, aun si eso que tenemos no es material. Independientemente de todas las cosas con las que nos rodeamos para hacernos la vida más “feliz y cómoda”, también queremos o pretendemos tener muchas cosas más: salud, trabajo, educación, cultura, inteligencia, talento, buenos modales, libertad, vida, seguridad. Nadie se detiene a pensar que son todas esas cosas. Las tenemos, con eso nos conformamos, y usamos buena parte de nuestra energía para “obtenerlas.” Tener es la gran consigna del momento, su no realización es una de las grandes insatisfacciones que está sembrada en nuestros corazones.

El humano actual parece estar enamorado de todo aquello que es producido por sus máquinas, es allí donde busca su placer hedonista, su felicidad última, es en esos productos donde encuentra -y pretende satisfacer- su impulso a ser egoísta, a ser un avaro compulsivo. El compartir, esa consigna que sustenta a las religiones bajo el lema de amar ha sido olvidado. Compartir y amar solo se puede con aquellos a lo que tengo, los que son de mi propiedad (mi pareja, mis hijos, mi familia, mis amigos, mis cosas). Los otros, bueno, se merecen mi misericordia (pobres niños africanos) o mi desconfianza (en cada desconocido hay un criminal en potencia escondido).

Nuestra admiración colectiva va destinada a aquellos países (Estado Unidos, Europa, Japón y recientemente China) que producen las máquinas y sus cosas. Los demás solo se consideran como destinos del turismo exótico (una que otra experiencia ecológica, una que otra experiencia espiritual y mucho sol porque, que extraño, son los que tienen acaparadas las mejores playas), justifican nuestra asistencia a los eventos masivos de ayuda (Life-Aid, toneladas de alimento para …, cobijas y medicinas para las víctimas de …) y nos dan muchas horas de entretenimiento mediático al presentarnos el “verdadero mundo salvaje y primitivo” (Discovery Channel, Animal Planet, National Geographic, los thrillers de Indiana Jones). En México, al no pertenecer completamente ni a uno ni al otro de esos mundos, desarrollamos una forma eclética de ver esas cosas: nuestro malinchismo patriótico.

En los incisos anteriores ya he mencionado repetidos ejemplos de lo que implica el consumismo.

El consumo tan exacerbado como existe en la actualidad no sería posible sin la publicidad que lo fomenta. Cuando me quiero comunicar con alguien lo hago porque así lo he decido. La publicidad, como comunicación no tiene, de entrada, esta característica. Se trata de una comunicación no solicitada en la que una de las partes, el pretendido consumidor, no ha sido preguntado, y mucho menos se le ha pedido permiso para que la comunicación se establezca. Sin embargo, nos bombardean con ese tipo de comunicación a diestra y siniestra, tanto visual como auditiva, tanto consciente como inconscientemente. (Se calcula que un ciudadano -es decir habitante de ciudad- promedio, en un solo día llega a ver o escuchar hasta 3000 anuncios publicitarios).

Por definición, si yo me quiero comunicar con alguien lo hago porque me interesa establecer esa comunicación por un sinnúmero de motivos en los que siempre existe un denominador común entre las partes que entablan la comunicación. En la publicidad el interés es unilateral. Al generador de la publicidad le interesa despertar mi interés, es cierto, pero con un objetivo que en la mayoría de los casos se aleja de mi esfera cotidiana de intereses y necesidades.

Ahora bien, si los productores y fabricantes se limitaran a presentarnos las virtudes de sus productos, sus características químicas en el caso de los jabones, sus características técnicas en el caso de los automóviles, la publicidad quizá sea tolerable. El problema es que no lo hacen. Todos ellos se meten, sin haber pedido permiso, en la vida íntima, en la vida sexual, y, sobre todo, en la vida espiritual de las personas.

¿La vida espiritual? Si, la afirmación es exacta, y los ejemplos son miles.

Los productores de los productos dietéticos lo hacen cuando tramposamente usan la palabra en inglés “light” (luz) en vez del correcto “lite” (ligero). ¿Es una trampa que surge de la semejanza fonética o es una trampa deliberada que apela a la búsqueda de la iluminación de cada ser humano? La respuesta es evidente…

En otros productos el mensaje espiritual se transmite con símbolos… estrellas, el símbolo solar, el infinito, el zodiaco, los símbolos planetarios, cruces, campanas, el número 7, los mudras (posiciones de las manos), la mantralización (la repetición constante de elementos para programar la mente), las geometrías sagradas.

Las cajetillas de cigarros, por ejemplo, tienen la proporción aurea usada por todas las culturas antiguas como forma de manifestación de lo sagrado. Si yo tengo una cajetilla de esas en mis manos me están transmitiendo que el cigarro, más que estarme haciendo daño, me está elevando espiritualmente, ¿o como es que debo leer estos mensajes?…

Un tercer tipo de publicidad que utiliza nuestras aspiraciones espirituales es el de la elección de los nombres de los productos. A muchos de nosotros, en el plano consciente los nombres de los productos no nos dicen dada. Son simples nombres. Pero en el plano inconsciente sucede otra cosa completamente diferente. Allí si sabemos mucho más de lo que estamos conscientes de saber y los mensajes transmitidos por muchos nombres de productos apelan directamente a este plano…

Nike, es una antigua diosa griega de la buena fortuna. La Coca es una hoja considerada sagrada entre los incas y muchos otros pueblos andinos. Kraft es alemán para la fuerza, pero en inglés “the craft” también se usa como transcripción para la magia. Salem hace referencia a una ciudad estadounidense famosa por una quema de brujas, deletreado al revés es males (hombres -¿Se tratará de cigarros para aquellos hombres que cazan brujas?), Sears es un anagrama para Aries el primer signo zodiacal reconocido por su iniciativa e impulsividad (¡no pienses en que vas a comprar, solo hazlo!), más explícitamente el símbolo de Aries es parte del logo de McDonalds, a propósito de comer irreflexivamente… Seven Up, siete hacia arriba, siete abierto (¿si tomas este refresco se te abren los siete chakras, te abres a los siete planetas?), en fin…

El espantoso y controvertido logo de las siguientes olimpiadas en Londres, si se lee de izquierda a derecha dice 2012, pero si se lee de arriba a abajo dice Zion.

¿Estarán preparando el advenimiento de la nueva Jerusalén, el discurso que Dan Brown tan exitosamente preparó y difundió en el “Código da Vinci”? ¿Quieren que el príncipe Guillermo sea el próximo rey de un gobierno mundial totalitario? Si “casualmente” se corona en ese año, que además es el año final de la cuenta del calendario maya…

Si este argumento de la conspiración no resultara ser cierto (esa es en definitiva mi esperanza), no es de extrañarse que surja, si la publicidad es una constante conspiración maquilada contra el ser humano para transformarlo en un algo, un consumidor, que solo tiene valor en la medida de lo que compra y consume.

En México, por suerte, todavía estamos algo lejos de los niveles de consumo de otros países. Seguimos teniendo poco valor para el sistema. Si a todos los seres humanos se nos ocurriera, sin más, imitar el consumo de los estadounidenses, se necesitarían de 3 a 5 planetas Tierra para obtener los recursos necesarios para satisfacer ese consumo… Uno de ellos, como mínimo, se usaría exclusivamente para tirar la basura.

El ciclo de consumo, lejos de mantener el sistema capitalista le está poniendo la pistola en las sienes por sus evidentes elementos insustentables. William Mc Donough, el gurú de la arquitectura verde sustentable, desde hace mucho tiempo ha postulado el advenimiento de una Tercera Revolución Industrial:

“Una con el potencial de transformar el cómo se fabrican los productos, el cómo se construyen las ciudades y como, literalmente, todo se puede desmantelar y volver a utilizar. Esta filosofía radical demanda que cada producto se diseñe de tal manera que pueda ser desmantelado al final de su vida útil, ya sea para retornarlo sin daño alguno a la tierra, ya sea para regresarlo a ciclo industrial para que se reutilice.”

Read more...

  © Blogger templates Shiny by Ourblogtemplates.com 2008

Back to TOP